El equipo supera dos décadas desde su constitución tras hacerse a sí mismo superando obstáculos
El Levante UD femenino, que hace dos años cumplió la mayoría de edad, es un club fuera de lo común. Se hizo a sí mismo a base de luchar contracorriente; fue el primer equipo femenino profesional de Valencia; el primer club en España que abrió el Ciutat de València para que el público pudiera verlas en acción en el mejor escenario posible. Pero, sobre todo, porque rompió moldes al reivindicar un campo mínimamente practicable para entrenar cuando allá por 1998, el equipo de Antonio Descalzo no tuvo más remedio que realizar una sesión de entrenamiento en la misma Plaza del Ayuntamiento de Valencia.
Fue la singular forma de reclamar un campo digno ante el barrizal que les impedía trabajar cada vez que llovía en su campo de tierra en el barrio de Quatre Carreres. Y así fue como el Levante cambió el curso de la historia de un club humilde y desconocido en los 90, como el entonces denominado Instituto San Vicente, tras acogerlo en su infraestructura creando una nueva sección. Y ya han pasado más de 20 años.
Sí. Aquel fue un paso crucial, clave, para poder entender por qué el Levante UD Femenino ha crecido sobre una historia moldeada por heroínas. Un grupo de guerreras que hace más de dos décadas realizó una llamada a la sociedad para defender sus derechos; por abanderar la igualdad entre hombres y mujeres. Un llamada a la acción que abanderó una mujer de raza como Dolores Escamilla, Lola.
“Las mujeres tienen el derecho a hacer lo que deseen, yo lo único que hice fue ayudarlas un poquito”, dice con modestia esta extraordinaria mujer. “Yo no soy futbolera pero valía mucho la pena verlas jugar, mi pasión era y es el baloncesto, como sabéis”, recuerda quien presidió el Dorna Godella de Baloncesto, club que dominó las canchas de Europa durante muchos años. “En esta vida, si no te acojonas, sales adelante con todo. Recuerdo una boda de dos chicas del Levante… Aún había gente que se ruborizaba. ¿Por qué no podían casarse? Hay que tener las miras altas. Yo sólo he querido mejorar el mundo de las mujeres las veces que ha hecho falta”, sentencia Escamilla desde su domicilio en Borbotó.
¿Pero qué hacía entonces una mujer de baloncesto mediando por el Levante? Fue el presidente del club ‘granota’ Pedro Villarroel el que le lanzó el guante a Escamilla. “Acepté para que las chicas crecieran. Importaba que el fútbol femenino avanzara y fuera como hoy es, igual que el masculino. Y eso lo conseguimos muchas mujeres en aquella época, no sólo yo. Aquello era un mundo machista. Me siento orgullosa de lo que hice, sí. El Levante me acogió fenomenal. Si las cosas se hacen bien y tienes fuerza de voluntad, que es el motor que lo mueve todo, sales adelante. Disfruté con Paco Fenollosa (actual presidente de honor del club), y con Antonio Descalzo (técnico). Yo les apoyé en todo lo que pude”, recuerda.
“Me encanta ver que el Levante femenino es un equipo más, como otros clubes. ¿Qué pasa, que las mujeres solo valíamos para fregar y cocinar? Miro al Levante con admiración. Sólo ayudé a las chicas a llegar donde ellas querían”, reflexiona orgullosa.
De Quatre Carreres a Orriols
Pero recapitulemos. Regresemos a los orígenes para conocer cómo se forjó el Levante UD Femenino; cómo aquel equipo que arrancó como Instituto Politécnico San Vicente, dirigido por Antonio Descalzo, que se entrenaba en el barrio de Quatre Carreres, se hizo a sí mismo a principio de los 90. Unas jugadoras que ya se proclamaron campeonas de España cuando el formato era sectorial.
Nos situamos en 1993, en la periferia de Valencia. Cada vez que llovía con intensidad el campo de tierra del Instituto Politécnico de San Vicente se convertía en un barrizal, impracticable para jugar al fútbol durante al menos una semana. Entrenaba Antonio Descalzo. Así año tras año. Demasiados aguantando. Hasta que en 1998 dijo basta y salió al paso el Levante, que integró al equipo en sus secciones. Antes, aquella imagen que marcaría un antes y un después. Una sesión de entrenamiento en la misma Plaza del Ayuntamiento, que tuvo una gran repercusión en los medios de comunicación. Antonio Descalzo mantenía buena relación con Dolores Escamilla y se puso en contacto con ella, tocando así la fibra de la siempre reivindicativa Lola, acostumbrada a luchar por causas tan dignas como justas.
Así lo recuerda Manolo Almecija, levantinista de cuna, amigo de Antonio Descalzo, y delegado del Levante Femenino UD desde 2000, cargo que alternó con otras funciones como técnico asistente o coordinador de la sección del femenino.
“Lola se enteró del incidente, era una persona muy implicaba, echada para adelante. Se reunió con las jugadoras, que les explicaron la situación. Tenía mucho vínculo también con Pedro Villarroel y le lanzó la propuesta de que el Levante les absorbiera dentro de su infraestructura”, relata Almecija.
Escamilla, tal y como pretendía Villarroel, se puso al frente de la sección finalmente. Nos situamos en 1998. Año en el que el San Vicente pasa a ser de pleno derecho Levante UD Femenino. El Valencia CF, a quién se le llegó a tantear, había desechado esa opción, pero el Levante le tendió la mano para no soltarla.
20 años después…
Después de superar estos y otros avatares, el Levante UD Femenino es hoy uno de los clubes más asentados y estables de la competición, pues ha crecido de manera exponencial en todos los sentidos hasta encontrar su sitio. Lejos quedan sus primeros entrenamientos en el campo de hockey de El Saler con porterías de Fútbol-7 o en el campo de rugby del Politécnico. Tras debutar ya como Levante UD Femenino en 1998, gana la Liga sectorial en 1999. Un año después, bajo el nuevo formato de la Superliga, conquista el campeonato español con las Rosa Castillo, Auxi y Vanesa, jugadoras internacionales.
Eso les dio el pasaporte para disputar la que hoy conocemos como Liga de Campeones, convirtiéndose así en el primer club español en participar en una competición europea, torneo que se adjudicó en 2000 el anfitrión, el Franckfourt, en un formato de diez equipos.
“El Levante era el referente. Era el buque insignia del fútbol femenino español por la apuesta del club a fortalecer dicha sección. El equipo lo integraban valencianas, andaluzas, vascas o madrileñas cuando otros equipos apostaban solo por jugadoras locales”, repasa el delegado levantinista. Esa decisión por contar con las mejores jugadoras españolas motivó que el entonces seleccionador, Nacho Quereda, ‘desplumara’ al Levante UD cada vez que realizaba una convocatoria, lo que cabreaba enormemente a Antonio Descalzo, ya que se quedaba sin efectivos para entrenar durante la semana.
“Nada tiene que ver el fútbol femenino de ahora con el de antes, aunque antes hablamos apenas de hace dos décadas. Muchos equipos de España entrenaban sólo dos veces a la semana. La primera Superliga, compuesta por 11 equipos, entre ellos uno de los históricos como el Espanyol, la ganamos entrenando todo el año en el campo de hockey de El Saler”, destaca Maonolo Almecija.
Todo, afortunadamente, ha cambiado para bien. El Levante, que disputó la Supercopa de España en Salamanca el pasado mes de febrero, mantiene su estela competitiva y mantiene su tarjeta como uno de los clubes más respetados de España, pese a que la competencia ha crecido con la irrupción de clubes con mayor presupuesto como Barcelona, finalista de la última Liga de Campeones, o Atlético. El último logro de las levantinistas fue la Copa del Reina (2007).
El Levante UD Femenino mira hoy con nostalgia y orgullo el camino recorrido por sus antecesoras. Jugadoras luchadoras que allanaron el terreno para dar paso a las nuevas generaciones, que no han perdido la esencia de aquel equipo ganador. En la actualidad e mantiene vivo el sueño de aspirar a lo máximo entre los grandes de nuevo cuño, con más presupuesto que historia.
Todas sus integrantes disfrutan en la actualidad de su convenio colectivo como cualquier otro trabajador. Tienen derecho a descanso y pueden disfrutar de su baja por maternidad sin perder ni su puesto ni su salario. No hace muchos años, lo que hoy contemplamos con naturalidad, parecía una quimera. Dirigidas por María Pry en el banquillo, el Levante UD Femenino, con una media de edad 25 años, ve el futuro con gran optimismo y la ambición de siempre.
El objetivo ahora es subir un peldaño más y alcanzar a corto plazo un puesto de Champions. En la actualidad acceden los dos primeros clasificados de las principales Ligas, como la española, si bien a partir de la temporada 2020-21 ser tercero daría derecho a otra plaza por coeficiente UEFA. Las dignas herederas de aquellas heroínas que lucharon por abrirse camino mantienen viva la razón de ser del Levante UD Femenino.